Desde muy pequeña, mi madre se volvió mi mejor amiga, mi compañera de juegos, yo era su confidente… Platicábamos horas y horas de tantas cosas, pero ¿qué tanto se puede platicar con una niña?. Me contaba sobre su niñez, las cosas que hacía, las aventuras con sus primos y primas. Vivían en ciudades distantes y durante las vacaciones de diciembre se visitaban los unos a los otros. ¡Cómo adoraban a sus primos ella y sus hermanas!, cuánto se protegían y se consentían.

   Me recuerdo una vez preguntándole a mi madre, después de alguno de sus fascinantes relatos, por qué casi no veía ya a sus primos, aún cuando por esas épocas, la mayoría vivía cerca.

   Me respondió que con el tiempo la gente crece, se casa, y tiene que trabajar, y las responsabilidades absorben el tiempo. Y luego si los respectivos conyugues no se caen muy bien viene otro problema, porque eso te va distanciando más. ¡Qué cosa más extraña!.. a mis 8 o 9 años yo no podía concebir si quiera la idea de perder contacto con mis primos hermanos a los que tanto amaba ¡parecía algo imposible!. Nuestros juegos de la casita, a las figuras de plastilina, las travesuras con mi primo, de casi mi edad; las barbas y gorros de Santa Claus que nos hacíamos mi hermano y yo con la espuma sucia de la lavadora de ropa cuando no se daba cuenta mi mamá… y mis primitas pequeñas a las que, aún siendo yo un bebé de 4 o 5 años me había tocado arrullar o darles el biberón.

   Hoy, más de veinte años después, me doy cuenta de lo inocente que era y de lo equivocada que estaba…

     Mis primos, todos se han ido lejos por el trabajo, el matrimonio o los estudios. Incluso mi hermano y yo estamos en ciudades diferentes, y aunque a escasas dos horas, nos vemos cada mes. Al principio me dolió mucho darme cuenta de que por las ocupaciones de todos a veces no había tiempo siquiera de un mail, o de un mensaje por el celular. Es triste. En meses y meses no sé nada de ellos, no los llamo ni me llaman.

   Me entero por mis tías y mi madre que están muy bien, que viajan y se divierten. Los veo por las fotos y están más guapos cada vez y aprenden y crecen más en lo profesional. Se encuentran felices y han volado como debe de ser. Me siento feliz por ellos. La familia, a pesar de la distancia, con el paso de los años ha dejado de ser un concepto abstracto para convertirse en realidad, por que sé, que en los momentos duros y felices de mi vida, mis primos y tíos; abuelos, padres y hermano… han sabido estar realmente ahí, ayudando y apoyando, cada uno a su manera.

     Y se me ha olvidado agradecer… y no hay mejor forma que un abrazo fuerte, más fuerte que las palabras y los recuerdos.

     Se acerca la Navidad y algo me vibra en el corazón, me pregunto ¿por qué?. Me di a la tarea de encuestar acerca del significado que tenia la navidad para cerca de cien personas, de distintas edades y de distintas ciudades mexicanas (ya saben, ahora todo es más rápido por Internet).

     Para la mayoría, el significado principal tenía que ver con un pretexto u oportunidad para reunirse con la familia y convivir. Para otros muchos, era una especie de obligación. Hay una etapa de la vida, principalmente en la adolescencia, en la que sentirse obligado a algo te lleva a la rebeldía. No entiendes muy bien por qué y para qué, y no lo quieres hacer. Ahora has crecido, estudiado y viajado suficiente como para darte cuenta que hay más opciones que la religión católica, y que, ni siquiera, se practica el catolicismo de manera ortodoxa en todos lados. La celebración de la Navidad, lejos de rememorar la Natividad de Cristo y el comienzo de una nueva era, se convirtió en consumismo extremo, en trabajo, y en grandes cantidades de comida que te llevan a la indigestión y a recuperar los kilos de más que intentaste perder durante todo el año. Así lo veía yo también…

   Por lo tanto no sólo para Ateos y budistas, estas fechas podrían verse sin sentido.

   La vida misma no tiene sentido, más allá del sentido que cada quien le quiera dar.

   Para mí, la Navidad, me recuerda el amor. El nacimiento de un ser, importante en la historia, porque vino a darnos un mensaje de respeto y amor. Malentendido por muchos y distorsionado a través de la historia por las diferentes lenguas y traducciones de la Biblia, pero al fin, fue alguien que, en una época de barbarie, destrucción y esclavismo, vino a comunicarnos que hay otra forma de relacionarnos. Vino a darnos un mensaje de Fe y esperanza en nosotros mismos y en que las cosas podían ser diferentes para la humanidad. Y en estos tiempos difíciles es importante recordar que aún pueden serlo.

Para la mayoría, el significado principal tenía que ver con un pretexto u oportunidad para reunirse con la familia y convivir. Para otros muchos, era una especie de obligación. Hay una etapa de la vida, principalmente en la adolescencia, en la que sentirse obligado a algo te lleva a la rebeldía. No entiendes muy bien por qué y para qué, y no lo quieres hacer. Ahora has crecido, estudiado y viajado suficiente como para darte cuenta que hay más opciones que la religión católica, y que, ni siquiera, se practica el catolicismo de manera ortodoxa en todos lados. La celebración de la Navidad, lejos de rememorar la Natividad de Cristo y el comienzo de una nueva era, se convirtió en consumismo extremo, en trabajo, y en grandes cantidades de comida que te llevan a la indigestión y a recuperar los kilos de más que intentaste perder durante todo el año. Así lo veía yo también…

   Por lo tanto no sólo para Ateos y budistas, estas fechas podrían verse sin sentido.

   La vida misma no tiene sentido, más allá del sentido que cada quien le quiera dar.

   Para mí, la Navidad, me recuerda el amor. El nacimiento de un ser, importante en la historia, porque vino a darnos un mensaje de respeto y amor. Malentendido por muchos y distorsionado a través de la historia por las diferentes lenguas y traducciones de la Biblia, pero al fin, fue alguien que, en una época de barbarie, destrucción y esclavismo, vino a comunicarnos que hay otra forma de relacionarnos. Vino a darnos un mensaje de Fe y esperanza en nosotros mismos y en que las cosas podían ser diferentes para la humanidad. Y en estos tiempos difíciles es importante recordar que aún pueden serlo.

     En un sentido más practico, además, comparto el significado con el de la mayoría de mis encuestados: “Un pretexto para reunirme con mi familia”, que a decir verdad, ya no se torna tan pesado ni tan obligado.